Mi nombre es Marisol y hablar de mis seis meses en Zambia es una cosa difícil de hacer. Tanto las cosas buenas como las malas que pasaron estarán conmigo para siempre. Pero si de algo estoy segura es de que ir a Zambia como voluntaria fue una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida.
Yo pensaba que al haber nacido en un país pobre de África (Cabo Verde) estaba preparada para todos los retos que se presentaran cuando regresara allí. Pero ahora sé que estaba equivocada.
Tengo que confesar que al principio fue duro estar allí. Fue duro recorrer caminando o en bici enormes distancias, no tener agua o electricidad siempre que quería, ver tanta pobreza a mi alrededor, ver a las niñas y niños en la escuela todo el día sin comer, aceptar diferentes maneras de entender la vida. Y, a día de hoy, algunas de estas cosas todavía me son difíciles de aceptar.
Hace unos días estuve leyendo algo que otra voluntaria escribió sobre su viaje a Zambia. Ella se quejaba sobre el racismo hacia los ‘blancos’, del tira y afloja, de que le demandaran dinero… Sé que la percepción que cada una de nosotras tiene sobre un país depende de la experiencia personal que hayamos tenido y no quiero decir que para mí fue todo de color de rosa. Fue difícil y en muchos momentos me arrepentí de estar allí, de haber elegido ser parte de ese proyecto.
Pero ¿qué fue lo que me hizo disfrutar de mis seis meses en Zambia? Para ser sincera solo necesité un tiempo para acostumbrarme al entorno, a la gente y, especialmente, a las dificultades que vienen asociadas a la falta de recursos básicos para nosotras (agua, electricidad, lavadoras, baño, etc.). Recuerdo que no fue fácil para mí pero, por ejemplo, ahora prefiero las letrinas a los inodoros (aunque resulte difícil de creer son más cómodas).
Vivir en la zona rural fue una de las mejores cosas. Hay una gran diferencia con respecto a las ciudades. En las zonas rurales la gente es más generosa, amable y amigable. Ellas tienen una cálida inocencia y una curiosidad sobre el mundo que no se encuentra en otra parte. Las familias son humildes pero con un gran corazón. Las mujeres son duras trabajadoras (con certeza, las más poderosas del mundo).
Las niñas y niños siempre tienen una sonrisa en sus caras. Por supuesto, hay pobreza alrededor, la gente vive en condiciones de privación y las niñas y niños trabajan en vez de ir a la escuela. Pero, a pesar de todas estas cosas, hay felicidad y alegría. Así es como sé que no tiene nada que ver con la riqueza.
No se puede hablar de Zambia sin hablar sobre música y danza. Creo que es igual en todos los países de África. La música está siempre presente en la vida diaria y es divertido porque muchas veces no hay electricidad, pero puedes escucharla 24 horas al día. La danza… es algo increíble ver que incluso las más pequeñas y pequeños saben cómo bailar, por supuesto, crecen con ello.
Y ya extraño Zambia…
Extraño los amigos que allí hice…
Extraño a los niños…
Extraño el paisaje…
Extraño el amanecer y el atardecer…
Extraño Zambia…
☀ Nunca olvides que la primera obligación del ser humano es ser feliz.
La segunda, hacer felices a los demás ☀
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¡Esperamos tener noticias tuyas!